Me licencié como periodista en la calle, ese lugar donde se graduó el oficio más antiguo del mundo, el oficio de contar historias. La calle, con sus miles de recovecos, sus cientos de esquinas, sus decenas de puertas cerradas, sus centenares de ventanas entornadas y sus miles de alcantarillas abiertas. Porque no hay vida sin calle. Y si las calles se han quedado sin niños, el periodismo se está quedando sin aceras. En un momento en el que el sector periodístico atraviesa profundos cambios la hay que a salir al raso, a la intemperie, estar allí donde pica el asfalto, escuece la zarza o se suda y se tirita de frío. El periodista es periodista porque ha de salir para después volver y contar lo que pasa.
No es en las redacciones y a golpe de clic donde se esconde la información. Las mejores pistas para las mejores historias están en lo que se oye en la esquina, en lo que se masca en el bar o se susurra en casa de la vecina. Y lo más importante, ahí fuera está también quien quiere saber lo que pasa: el ciudadano.
Porque ser periodista es saber mirar y querer ver para poder contarle, a quien interese, lo que se mira y lo que se ve desde múltiples y distintas perspectivas. No creo en el periodismo ciudadano. Cualquiera que tiene un blog, una cuenta en Twitter, Facebook o usa una cámara de teléfono móvil no puede ser periodista. Es como pensar que, si compro un bisturí soy cirujano. El periodismo es un oficio que ha de estar hecho por gente que sepa analizar y evaluar lo que merece ser contado.
Y ahí está la calle para la forma y para el fondo, porque no dirá el ladrón lo mismo que el policía, ni el testigo del cuarto derecha que miraba por la ventana, que la señora del bajo a la que han robado la cartera, y si además hay un socavón en el lugar de los hechos que impidió llegar a la ambulancia, habrá que preguntarle al político quién se llevó el asfalto. En fin… Jerarquizar, confirmar, contrastar, difundir noticias y hacer la calle para la gente de la calle.
Ser periodista es un desafío tan grande como intentar abordar la realidad desde un blog. Por fortuna, no pretendo más que contar desde aquí lo que a ratos se queda entre líneas en mis reportajes, ahondar en la historia de esas personas que me abren la puerta de su casa. No hay más pretensión que la de contar historias, en este caso, historias de la calle.
2 respuestas a “Malas intenciones”
Enhorabuena Silvia en esta nueva aventura! te seguiré seguro y aprenderé y disfrutaré con tu forma de contar historias.
Buena suerte!
¡Gracias Miriam! Confío en poder traer hasta este rincón historias y reflexiones que te apetezca compartir. ¡Un abrazo!