
Entre esta imagen y la marea que llevó a Galicia a las portadas de todos los periódicos, por una de las mayores catástrofes medioambientales del planeta, han pasado once años y un día. No es lo que parece, pero sigue siendo lo que fue.
Esta imagen habla de las 4000 mujeres gallegas, más de la mitad mayores de 50 años, que viven pendientes del mar. Mujeres que le roban horas de sueño a la luna para ponerle el desayuno al sol. Mujeres que se embuzan en incómodos trajes de plástico para luchar con las olas. Mujeres que embisten al mar durante cuatro horas con el agua hasta el pecho. Mujeres que hincan pesados rastrillos para arañar a la arena un puñado de almejas, babosas o berberechos. Esta imagen habla de las 4000 gallegas que buscan tesoros en la bajamar.
La marea del destino me ha traído a Galicia hoy para hablar del trabajo de esas mujeres que durante los últimos once años y un día le han ganado tesoros al mar. ¡Y, qué cosas! La marea del destino me ha traído la misma imagen de aquellas mujeres que hace once años bajaban a la playa para quitarle al océano la costra negra y pegajosa que lanzaba un petrolero partido en dos.
Esta foto, que es de hoy, no quería hablar de la sentencia que ha dejado sin culpables ni responsables la marea negra del Prestige. Yo quería hablar de chapas, estoy contando potes.
Galicia ha vuelto a las portadas de todos los periódicos. El Prestige descansa a 4000 metros de profundidad en medio del océano. Once años y un día después, el océano no descansa, en cualquier momento y sin impunidad cualquier Prestige puede dejarle sin tesoros.
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